martes, 10 de agosto de 2010

Inteligentes ante la adversidad

Bartolomé Murillo es uno de los grandes artistas del siglo XVII que mejor trataron la temática religiosa, especialmente con sus cuadros sobre la Inmaculada Concepción, de la que llegó a pintar varias versiones. El buen pastor es un cuadro muy realista –propio del arte religioso de la época- en el que el personaje se caracteriza por la serenidad de su mirada, su dulzura y humanidad. En esta armónica escena de género la figura del personaje infantil se aleja de la imagen trágica característica de muchos artistas del barroco. Tal vez la intención de Murillo fuese trasmitir devoción a la figura de Cristo. Esto nos lleva a pensar que seguir a Cristo no es una tarea sencilla. Exige compromiso y sacrificio. Ya no lo advirtió Él cuando dijo: «Por mi nombre os odiarán pero el que persevere hasta el final se salvará». ¿Merece realmente la pena sufrir y sacrificarse cuando en la tierra podemos disfrutar y vivir sin compromiso alguno? ¿Para qué esforzarse y luchar cuando en la vida todo son tropiezos y adversidades y es preferible que cada uno siga su camino? ¿Qué sentido tiene ir por el mundo como ovejas en medio de los lobos? ¿Por qué mi sufrimiento tiene que servir para la salvación de otras almas? ¿Por qué sufrir rechazo por defender a Jesucristo? ¿Para qué entregarse a los demás si en contrapartida recibiremos incomprensión y desprecio?

Respondamos a estas preguntas con el corazón sincero y puro, con el espíritu fuerte y generoso. Sí, es verdad, Cristo nos arroja a los lobos como ovejas. El mundo está repleto de personas que no creen vilipendian. Su palabra. Hay muchos factores externos que ponen trabas a la santidad ordinaria. Pero Cristo, que nos ama, nos marca bien el camino y nos dice que actuemos con inteligencia, con sagacidad, con habilidad, con buenas artes. Que, con nuestro ejemplo, demos testimonio de Su mensaje. Que con valentía prediquemos la buena nueva del Evangelio. Que con nuestras obras seamos ejemplo de vida coherente. Que siempre que demos testimonio Él estará presente en nuestras vidas dándonos su consuelo y cercanía. Cristo es el impulsor de nuestro apostolado, el pilar de nuestra fragilidad, la fuerza de nuestra debilidad y la brújula de nuestro camino. «¡No tengáis miedo!», nos dijo Juan Pablo II al inicio de su pontificado.













ORACIÓN:


Señor, danos la gracia para vivir de modo coherente, valiente y sagaz. Y tener siempre el corazón puro, tan limpio como la mirada serena de este niño del cuadro.