martes, 15 de diciembre de 2009

Escudo de los Reyes Católicos junto con los de sus dos hijos y yernos

La pintura, representa el escudo de los Reyes Católicos o, más bien, los de las coronas de ambos monarcas: muestra, sobre un fondo ilusionista azul encerrado en un sencillo marco, el águila de san Juan –ya que Isabel I de Castilla fue coronada en la fiesta de este santo–, dorada y azorada sobre el todo, cuya cabeza está flanqueada por dos filacterias en donde se lee, a la izquierda: « svb vmbra/alarvm/tvarum» y «protege/nos » a la derecha. Sujeta con sus garras el gran escudo de los reyes, contracuartelado, entado y caído: el primer cuartel de gules y oro, que representa el reino de Castilla, muestra un castillo dorado almenado; en el segundo, de plata, un león rampante de sable, linguado y coronado de oro, representa el reino de León. El reino de Castilla y León forma un escudo cuartelado en cruz; seguidamente, el de Aragón, se denomina partido, y se compone, según se ve en el tercer cuartel de cuatro palos de gules sobre campo dorado, referido a la Corona de Aragón; en el cuarto, en campo de plata, cuartelado en sotuer, 1º y 4º de Aragón, 2º y 3º en campo de plata, águila exployada de sable, correspondiente al reino de Sicilia; en la mitad inferior, se repite este de los escudos, pero invertido; por último, entado de plata, una granada al natural rajada de gules, tallada y hojada de dos hojas de sinople, representa el reino de Granada. Al timbre, corona real, cerrada, esto es, un círculo de oro engastado de piedras preciosas –rubíes, zafiros y perlas–, compuesto de ocho florones de hojas de acanto, visibles cinco.

En la parte inferior, y de menor tamaño, dos escudos contracuartelados; el de la izquierda sujeto por una correa, el del infante don Juan, príncipe de Asturias, y el de Margarita de Borgoña; el de Juana I de Castilla y el archiduque Felipe I de Habsburgo, el de la derecha: al timbre, corona imperial. Los escudos de los príncipes hispanos son iguales a los de los Reyes Católicos; los de la dinastía de los Habsburgo, que ocupan los flancos derecho e izquierdo, respectivamente, son cuartelados con escusón: en el primer cuartel, se aprecia el blasón de Austria moderna: en campo de gules, faja de plata; en el segundo, correspondiente a Borgoña moderna (ducado de Dijon), campo de azur con tres flores de lis de oro, puestas dos y una; en el tercero, perteneciente a Borgoña antigua (Franco Condado: Besançon), bandado de oro y azur, en órdenes de 3 y 3, con bordura componada de gules; en el cuarto, en campo de sable, león rampante de oro y linguado, correspondiente a Bravante (ducado de Bruselas, Amberes, Lovaina y Breda) y, finalmente, un escusón que presenta en campo dorado león rampante de sable, correspondiente a Flandes (condado de Brujas y Gante). Ambos escudos están rodeados por tres filacterias en donde se leen los siguientes motes, tomados del salmo 44, 17: « pro patribvs tvis nati svnt tibi filii » « constitvisti eos principes svper omnem terram », y 111, 2: « potens in terra erit semen eivs generatio rectorvm benedicetvr », referidos, en este contexto, a la realeza divina, poder y fecundidad de los príncipes

Obviamente, pese a haberse realizado posteriormente a la conclusión del breviario, los escudos de los Reyes Católicos y de sus hijos y yernos, especialmente por lo que se refiere a los motes, marcan un término post quem para la datación del códice. Con toda probabilidad, este folio debió de añadirse antes del 4 de octubre de 1497, fecha del fallecimiento de Juan de Trastámara, príncipe de Asturias. La similitud de la imagen que ocupa todo el folio de este breviario, con tres escudos de armas situados en un espacio ilusorio poco profundo, con la de una pintura de las armas de Isabel I de Castilla que aparecen en un libro de horas (Cleveland, The Cleveland Museum of Art, 1963-256, f. 1v.) ejecutado dentro de la década de los años 90, confirma la autenticidad del escudo de armas del breviario. El doble matrimonio por poderes tuvo lugar en Flandes en noviembre de 1495, con Francisco de Rojas representando a los jóvenes infantes. La presentación del códice, por parte del embajador, a su reina se debió, quizá, para conmemorar este evento.