sábado, 1 de agosto de 2009

Siempre a nuestro lado

Cuando los discípulos han perdido al Maestro, desorientados y huérfanos, embarcan en sus botes de pesca y se adentran en las tranquilas aguas del Mar de Tiberíades. De golpe, un viento furioso levanta grandes olas. Aquellos valerosos hombres temen perecer ahogados. En aquel momento de miedo y angustia aparece Jesús, caminando sobre las aguas. Ellos, turbados, parecen no reconocerle. Es Jesús quien tiene que advertirles: “Soy yo, no temáis”.

¿No nos ocurre algo similar a los hombres?. Todos tenemos momentos de serenidad, de éxito, de alegría, de optimismo, de triunfo. Las cosas marchan bien y somos conscientes de ello. En estos instantes rezar no nos cuesta nada, nos sentimos reconfortados, surgen nuevos amigos, nuestros jefes nos felicitan, el ambiente en casa es armonioso, somos capaces de dedicar nuestro tiempo a los demás. Pero, en ocasiones, la travesía serena da paso a la tempestad amarga de la vida. Las cosas se tuercen. Nada es como antes. Aquellos a los que necesitamos no están a nuestro lado. La relación en el seno familiar se deteriora. El trabajo se resiente. Ya no me dirijo a Dios y a la Virgen en la oración con la misma confianza. Mi vida se llena de tinieblas.

Pero Cristo siempre permanece ahí, a nuestro lado, aunque nos olvidemos de Él y sólo acudamos a su intercesión cuando las cosas no son favorables Ese “Soy yo, no temas”, debe resonar en nuestros corazones. Nada escapa a la mirada del Señor. Como en esta pieza del maestro Borrasa, en el que la hermosa cara de Cristo mira misericordiosamente a Pedro y le tiende sus delicadas manos para tomar la de su discípulo. Para no dejarlo solo. Esta obra, de técnica arcaica y colores típicos bizantinos, es una pieza característica del gótico internacional. El acortamiento de los barcos da una sensación de perspectiva. Ante esta imagen, acordémonos que Cristo siempre está presente en nuestras vidas, que sepamos contemplarle y amarle para afrontar con optimismo y valentía la travesía de nuestra vida.






ORACIÓN:
Te pedimos, Señor, que tu gracia continuamente nos preceda y acompañe, de manera que estemos dispuestos a obrar siempre el bien.